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Cuando cerraron las escuelas por la pandemia, María dejó su trabajo en un despacho legal en Bogotá para atender a los hijos y a los de su hermana, que es enfermera. María esperaba poder trabajar una jornada parcial, desde casa. Pero al final del día, después de apoyar la educación remota y las tareas de los niños, cocinar y limpiar la casa, no le queda tiempo, ni energía para otras actividades.
Ésta es una historia, pero existen millones similares en América Latina. Ilustra uno más de los impactos de la crisis causada por el Covid-19. Sin embargo, el reto y sus causas no son nuevas. Es una realidad conocida, pero fácilmente olvidada y muchas veces escondida: El modelo actual de cuidados, basado en las familias y mantenido gracias al trabajo no remunerado y desproporcionado de las mujeres en los hogares, no es sostenible. La sobrecarga de cuidado, obstaculiza la participación de las mujeres en escenarios económicos, políticos y sociales. Antes de la pandemia, las mujeres realizaban tres veces más trabajo doméstico y de cuidado que los hombres. El trabajo y el desbalance han incrementado significativamente debido al confinamiento.
El crecimiento económico de América Latina dependerá de incorporar una perspectiva de cuidado en los planes de reconstrucción y recuperación y de una mayor inversión en sistemas de cuidado. Hoy, el llamado a la acción es más evidente y más urgente que nunca.
América Latina ha alcanzado importantes avances en temas de género en los últimos años. Cada vez es mayor el reconocimiento sobre el valor y el retorno económico y social de invertir en mujeres. La inclusión de género ha tomado un lugar importante en las agendas del sector público y se ha manifestado en planes concretos de igualdad y cambios jurídicos. También es más presente en las estrategias e iniciativas del sector privado, por ejemplo, en México, más de 25 empresas se sumaron a la meta de igualdad de género del Pacto Mundial México.
Sin embargo, el 2020 dejó claro que este progreso no es suficiente y está en alto riesgo de perderse. Desde los primeros meses, la pandemia generó una reducción en la participación laboral y escolar de las mujeres. La tasa de desocupación femenina en la región aumentó 6% con respecto al 2019, alcanzando una tasa de 15.12% regionalmente (promedio ponderado). También, ha habido un incremento importante en violencia doméstica en la región. Al punto que el fenómeno se ha empezado a llamar “shecession” por su impacto mucho mayor en las mujeres.
La región requiere expandir la perspectiva de género y aplicar una de cuidados. Una perspectiva de cuidados empieza por reconocer y valorizar las responsabilidades de cuidado que caen en mujeres y niñas. Expande los servicios públicos, privados y comunitarios para la atención de aquellas personas con dependencia y reducir así las necesidades de cuidado que caen en las familias. Una perspectiva de cuidado construye sobre los programas existentes que buscan promover la equidad y los adapta para apoyar mejor las necesidades de las mujeres; acerca los servicios, adecúa los horarios, adapta los contenidos.
Los sistemas de cuidado son una inversión para el crecimiento económico y el bienestar de la población. Un sistema de cuidados es una serie de soluciones sistémicas y colectivas que garantizan atender las necesidades de cuidado a lo largo de la vida de las personas, y que deben ser proporcionadas en corresponsabilidad por el estado, el sector privado, la comunidad y la familia y no por el trabajo no remunerado de las mujeres. Se estima que ofrecer acceso a servicios de cuidado de niños incrementa la probabilidad de que una madre en Latinoamérica se incorpore al mercado laboral por entre 2% y 22%. Estos modelos empiezan a surgir en algunos lugares de América Latina. Uruguay y Argentina han invertido en sistemas de cuidado, y más recientemente Bogotá contribuye a las experiencias y modelos que pudieran ser replicados en otros contextos.
En septiembre del 2020, la Secretaría de la Mujer de Bogotá lanzó el Sistema Distrital de Cuidado (SIDICU), uno de los esfuerzos más importantes a nivel regional para abordar los retos que los cuidados crean en las mujeres de la raíz. La misión del SIDICU es proporcionar servicios de cuidado para cumplir con las demandas y necesidades de las personas cuidadoras y de poblaciones con dependencia, incluyendo niños menores de 5 años, las personas con discapacidades y las personas adultas mayores que requieren altos niveles de apoyo. Estos servicios se ofrecerán por medio de servicios territoriales articulados a través de Manzanas del Cuidado, espacios que concentran la oferta de servicios de y para las cuidadoras, unidades móviles y servicios domiciliarios, además de servicios generales del distrito.
El SIDICU ha logrado inculcar un enfoque de cuidado a un gran rango de servicios ya ofrecidos por el distrito y representa un esfuerzo transformador, no solo por expandir las opciones de cuidado, sino por poner a las personas cuidadoras al centro. También aplica un enfoque sistémico que incorpora formación, relevo en el cuidado y cambio cultural y que fortalecerá todos los esfuerzos para promover la equidad e inclusión en Bogotá. En Dalberg, hemos podido apoyar la implementación del Sistema Distrital de Cuidados con el diseño de un modelo operativo y financiera.
El SIDICU continuará su implementación en el 2021. Sin embargo, estos ejemplos ya demuestran que invertir en reconocer, reducir y redistribuir las cargas de cuidado pueden generar un círculo virtuoso para toda la población. La economía del cuidado representa un generador directo e indirecto de empleo, diversifica la estructura productiva, mejora el nivel educativo de la fuerza de trabajo, fortalece los sistemas de protección social y así, facilita que otros sectores de la economía funcionen adecuadamente. Los sistemas de cuidado son un acelerador de un crecimiento económico equitativo.